Hay que comprar jabón de manos

— Vale, vale. Tö la tö’ólla. Sí, nos vemos— Magdalena se despide por teléfono con una sonrisa en los labios— Sí, hermana. Cuídate mucho tú también. Pottó, wetta. Kojori.
En el mismo momento en el que pronuncia las últimas palabras, la puerta de la habitación se abre bruscamente. El picaporte choca una vez más contra la pared, hundiéndose en el yeso y haciendo saltar otro poco de pintura, acentuando más la…